martes, 10 de mayo de 2011

Indocumentados


Ciudadanos temen a indocumentados,
y estos se sienten discriminados

Lunes, 09 Mayo 2011
Carolina González
El mundo de Orizaba

La colonia Modelo, el lugar en donde estuvieron varados los inmigrantes que viajaban para participar por la Marcha de la Paz, comenzó a transformarse desde que los migrantes empezaron a llegar de a cientos en los trenes.
En los alrededores del paso a nivel florecieron todo tipo de negocios improvisados que le ofrecen al viajante comida, ropa de abrigo, café, tabaco o inclusive un baño donde asearse. Pero además, en este punto de la ciudad, diferentes organizaciones solidarias, o simplemente vecinos sensibles se acercan para tenderles una mano en su paso.
Del mismo modo, en más de una oportunidad surge la desconfianza y el miedo de los transeúntes ante la presencia de indocumentados. Un sentimiento recíproco, ya que los inmigrantes arrastran experiencias de discriminación.
Juan y José (nombres ficticios) están viajando desde Honduras desde hace ocho días. Se detuvieron en Orizaba, pero tienen como objetivo la ciudad de Monterrey; luego intentarán cruzar a Estados Unidos por Nuevo Laredo. No quieren estar mucho tiempo en un mismo lugar, intentan moverse rápido, tienen miedo porque en el camino fueron intimidados por hombres armados.
Fuman y beben Coca-Cola, están a unas pocas cuadras del cruce ferroviario, buscan sombra y tranquilidad “compramos algo de comida con los pocos pesos que traíamos desde Honduras”, nos cuentan. Es la segunda vez que hacen este recorrido y tuvieron en más una oportunidad malas experiencias, “andamos apurados, no queremos estar mucho en la calle”.
Estos jóvenes de 23 y 26 años hablan con desconfianza, se niegan a responder cualquier pregunta que incluya información sobre sus familias. Pero sí admiten, que del mismo modo, muchas veces la gente desconfía de ellos, por ejemplo cuando piden en la calle unas moneda “a mí me quita el ánimo de andar pidiendo, porque por ahí anda mucho de su raza que se hace pasar (por inmigrante) y luego la gente le desconfía a uno”, dice José el más joven de los hondureños.
Tania es responsable de la tienda de abarrotes que funciona desde hace 40 años a unos pocos metros de la vía del ferrocarril. Cuenta que nunca le pasó, ni a ella ni a su familia, alguna situación desagradable con los migrantes “al contrario, los muchachos cuando vienen llegan con hambre, cansancio, sueño. Nosotros a raíz de eso surgió la idea de vender comida, ya hace tres años, y a partir de eso la gente de la colonia también nos compra”.
Los migrantes no siempre traen dinero, en más de una oportunidad se dedican a pedir a los autos que pasan por el lugar, luego las monedas que pueden conseguir la gastan en las tiendas de la misma colonia, “mucha gente viene aquí a darles comida, vienen carros y les regalan. Incluso una vez vinieron de las Patronas porque en Amatlán se les fue el tren y vinieron hasta acá a alcanzar el tren”.
Sin embargo, para los ojos de Tania, no todas son buenas intenciones y mucho menos buenas acciones. Por un lado, en los contingentes de inmigrantes existe la desconfianza hacia sus compañeros de viaje “acá viene gente de todo, normalmente los inmigrantes vienen cuidándose de ellos mismos”.
Por otro lado, al ser el paso a nivel de Orizaba una parada obligada, los indocumentados se encuentran expuestos a diferentes situaciones. “Una vez pasó que vinieron los de migra a querer llevarse a dos chavos y yo les dije que se fueran, porque estaban en propiedad privada, y el agente empezó a gritar y golpear el mostrador”.
Parte importante de la ayuda desinteresada de los vecinos con los migrantes se terminó a partir de que la Comisión Nacional de Migración les prohibió brindar ayuda a los indocumentados, “nos dijeron que nada de meterlos a la casa, o prestarles un baño porque se prestaba que estábamos apoyando a gente indocumentada y estábamos implicándonos en un delito o negocio”, dice Tania; “a veces no puede uno ayudarlos por eso, porque está tu tranquilidad y tu seguridad en riesgo”, concluye la comerciante.

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